lunes, 26 de diciembre de 2011

Azar


Texto extraído del libro 100 Ideas. El libro para pensar y discutir en el café. Sudamericana. 2006. Buenos Aries.


Azar

Por Mario Bunge*

Dígasele a un pequeño inversor que los precios de las acciones de bolsa son aleatorios, y no lo creerá. Está convencido de que él, o al menos su corredor de bolsa, tiene una faceta infalible para leer el futuro en el pasado. Creerá que el futuro ya está escrito en alguna parte y que para leerlo sólo hace falta descubrir el texto y descifrarlo. Es un causalista radical: sufre de negación del azar. 
Sin embargo, si hay algo en que coinciden todos los expertos en economía financiera es que el movimiento de los precios y ganancias de los valores bursátiles es aleatorio. La única diferencia es que algunos piensan que es del tipo del camino que recorre un borracho perdido y otros, que es de tipo browniano, como el movimiento de las motas de polvo que vemos danzar locamente en un haz luminoso.
Análogamente, los físicos están de acuerdo en que el comportamiento de los electrones, núcleos atómicos, átomos, moléculas y otras cosas es aleatorio. En otras palabras, las cosas de este tipo (“cuantones”, como yo las llamo) se comportan legalmente, pero sus leyes son probabilistas, a diferencia de las leyes de movimiento de las balas, los planetas y los rayos luminosos.
Una ley probabilista no nos dice con certeza qué habrá de ocurrir en un lugar o tiempo dados, sino cuál es la probabilidad de que acontezca en ese lugar o tiempo. Igualmente, un genetista podrá estimar la probabilidad de que un recién nacido lleve cierto gen materno, pero no podrá prever que, en efecto, lo poseerá.
Esto es así porque, durante el brevísimo proceso de fertilización, los genes de ambos progenitores se mezclan al azar, como los dados en un cubilete, o los naipes cuando se los baraja repetidamente y de buena fe.
Estos ejemplos sugieren que el azar no es sinónimo de ignorancia o incertidumbre, sino un rasgo del mundo real, tanto natural como social. Esta hipótesis filosófico-científica es moderna: no tiene más de un siglo. Habría chocado profundamente a Aristóteles, aunque no a Epicuro, el filósofo atomista tan injustamente vilipendiado.
La doctrina tradicional es que todo azar es aparente, de modo que un ser omnisciente podría predecirlo todo. Siendo así, la probabilidad no sería una medida de la posibilidad objetiva, sino el grado de incertidumbre acerca de relaciones reales pero ocultas.
En efecto, esta doctrina acerca del orden cósmico es estrictamente causal. Todo se desenvolvería conforme a pautas causales rígidas, de la forma «Siempre que suceda algo de tipo A acontecerá algo de tipo B».
La moraleja metodológica de esta doctrina ontológica es obvia: "Siempre intenta poner al descubierto las flechas causales que subyacen al azar". Pero durante el siglo pasado se descubrió que esta prescripción no siempre es pertinente, porque hay acontecimientos irreductiblemente aleatorios, tales como desintegraciones atómicas y las mutaciones génicas. Pero no hay que exagerar la presencia real del azar al punto de sostener que la ciencia contemporánea ha reemplazado todo lo causal por lo aleatorio. Sin embargo, esto es lo creen tácitamente quienes afirman que es posible atribuirle una probabilidad a cualquier acontecimiento. Según esto, lo imposible tendría probabilidad cero y lo necesario, probabilidad uno.
En otras palabras, hay quienes sostienen que el universo es un casino y que todos los enunciados científicos son probabilistas. Entre ellos se encuentran economistas famosos, tales como Milton Friedman y Gary Becker, y filósofos influyentes, tales como Karl Popper y Patrick Suppes. Pero esta versión extrema del indeterminismo se esfuma bajo el microscopio epistemológico. Veamos por qué.
En primer lugar, la física cuántica ha combinado las ideas de causación y de azar en lugar de reducir la primera a la segunda. En efecto, las leyes básicas de la teoría cuántica involucran fuerzas, y las fuerzas son causas. Por ejemplo, un resultado típico del cálculo cuántico del resultado de un choque entre dos partículas es una predicción tal como la siguiente: "La probabilidad de que el campo de fuerzas dado desviará la partícula incidente dentro de un ángulo sólido dado vale tanto".
En otras palabras, se calcula la probabilidad de que una causa dada produzca alguno de micas efectos posibles.
También es falsa la creencia de que es lícito atribuir una probabilidad a todo acontecimiento. En efecto, tal atribución es legítima solamente en el caso de hechos aleatorios. Por ejemplo, el resultado de revolear una moneda honesta se expresa en un enunciado probabilista: En cambio, tal enunciado será falso si la moneda ha sido fabricada por un tahúr.
Si bien el resultado de todo juego de azar es aleatorio, la expectativa del jugador aficionado no lo es: su grado de certeza no coincide con la probabilidad del hecho en cuestión. Por ejemplo, es muy posible que crea que si una moneda ha salido "cara" cinco veces seguidas, es necesario que la próxima vez salga "ceca". Ésta, la llamada falacia del jugador, ha llevado a muchos a la ruina. 
En general, las creencias acerca de la plausibilidad de acontecimientos no aleatorios, tales como las acciones deliberadas, no son cuantificables. Lo mismo vale para las proposiciones: asignarles probabilidades es tan absurdo como asignarles temperaturas. Una proposición puede ser más o menos precisa, y puede ser plausible o verdadera, pero no probable, ya que no participa de un proceso aleatorio.
En particular, las decisiones de un tribunal son más o menos plausibles a priori, pero no pueden ser probables, porque no son producto de un proceso aleatorio.
En resumen, debemos aceptar el azar junto con la causación, y a veces combinado con ésta: ambos son modos básicos de ser y devenir. Si no lo fueran, no figurarían en tantas teorías y prácticas científicas y técnicas exitosas. Por casualidad,
¿Podrías pagarme el café?



* Mario Bunge, nacido en Buenos Aires en 1919, se doctoró en ciencias fisicomatemáticas, obtuvo quince doctorados honoris causa y pertenece a cuatro academias. 
Fundó la Universidad Obrera Argentina, la revista Minerva, la Society for Exact Philosophy y la Asociación Mexicana de Epistemología. Fue profesor titular en las universidades de Buenos Aires, La Plata y Nacional Autónoma de México, así como profesor visitante en cuatro universidades norteamericanas y cinco europeas. Es autor de mas de quinientos artículos y más de cincuenta libros sobre ciencias y filosofía, entre ellos Foundations of PhysicsLa investigación científica, Ciencia, técnica y desarrollo, Treatise on Basic Philosophy (en nueve tomos), Filosofía de la psicología (con Rubén Ardila), Fundamentos de la biofilosofía (con Martin Mahner), Buscando filosofía en las ciencias socialesLas ciencias sociales en discusión, La conexión sociología-filosofía, Diccionario filosófico, Crisis y reconstrucción de la filosofa, Emergencia y convergencia y Chasing reality. Algunas de sus obras han sido traducidas a doce lenguas.